Gracias por tanto, Playón!
Nunca es fácil decir adiós y más aún cuando significa adiós para siempre. Las despedidas siempre tienen ese dejo de tristeza por la pérdida que significan, son momentos emotivos y a través de ellas nos damos cuenta de los sentimientos que poseemos.
Por lo general, en las despedidas solemos decirnos que nos queremos, nos amamos; que deseamos fervientemente volver a vernos aunque todavía no hayamos partido; y que la distancia no es un impedimento y a pesar de ella siempre estaremos en contacto. Palabras…
Pero la mayoría de las veces las palabras están de más. Nuestros sentimientos se notan en el gesto, en la mirada. Adoptamos actitudes diferentes, tratamos de evitarla, esperamos que nadie se dé cuenta de nuestra aflicción y tratamos de disfrazarla o queremos ponerle palabras, aunque éstas estén de más.
El domingo 12 de abril, la familia de Ferro y en especial, la del Handball, se reunió para despedir al viejo Playón, ese pedazo de cemento pintado ubicado entre la Puerta N° 0 y la Platea Sur, pero que fue escenario de inolvidables momentos deportivos y sociales.
Aquél, en el que a lo largo de los años dejaron su huella infinidad de jugadores y jugadoras, talentosos, goleadores, sacrificados y voluntariosos de todas las categorías: infantiles, cadetes, juveniles, mayores y veteranos. Ellos y Ellas contribuyeron a engrandecer la historia de nuestro querido Ferro Carril Oeste con triunfos, campeonatos, títulos nacionales y vistiendo la camiseta de la Selección, como Victoria Crivelli, Marisol Carratú, Florencia Ponce de León y Luciana Salvado, que tienen ese honor y actualmente se encuentran de gira por Hungría.
Después de doce años el club ha vuelto a ser de los socios y los vientos de cambio comenzaron a soplar en Caballito. Ferro está volviendo a crecer y para ello hay que tomar decisiones: el viejo Playón “Roberto Casuso Mariño” (En homenaje a quien fuera entrenador de Ferro Carril Oeste, la selección Argentina y la selección cubana) próximamente será el estadio soñado.
“En el PLAYÓN entendí lo que era ser parte de un equipo, lo que significaba ponerse esta camiseta, lo que se sentía al defender estos colores […] Acá conocí a mis amigos, a los mejores, a los que de verdad son para toda la vida. Acá me enamoré. Acá lloré tantas veces: porque erré un penal, porque perdí un campeonato, porque me lesioné, porque alguien decidía dejar de jugar”, dice en uno de sus párrafos la introducción a la carta que Vicky Crivelli envió desde Hungría.
La capitana de la Liga de Honor Damas escribió desde la distancia: “Hoy me toca estar lejos en la despedida de nuestro playón, bastante triste por no poder compartirlo con todos ustedes, la familia del handball de Ferro, pero entendí que los sueños requieren sacrificios, y no estar hoy acá para mí es uno de ellos. Porque de hecho este sueño que hoy me toca perseguir empezó acá, en el playón, como tantos otros que tuve y que tengo, como todos los de ustedes también. Todo siempre empieza y termina acá. Porque si se ponen a pensar lo que hacemos en este lugar es soñar, pelear por algo que queremos que pase, prepararnos para eso.”
Yair Pandolfi, quien nació y creció defendiendo los tres palos del verdolaga, conteniendo la emoción, dijo: “[…]Con cráteres, sin cráteres, pintado, despintado, con luz, sin luz, con los 90 y 91 o con los 89 y los 90, con malteada y sin malteada siempre (tenga techo o no tenga techo) siempre será ‘ese hermoso, lindo y único cemento pintado’ mi escudo, mi área de 6 metros, mi arco, pero por sobre todas las cosas… mi casa.”
La despedida del viejo Playón estuvo llena de recuerdos y de glorias. Y como no podía ser de otra manera, las tiras femenina y masculina lo despidieron como lo merecía: jugando sobre él su último partido oficial.
Las despedidas pueden separar los cuerpos, pero no los corazones. Hay que creer en ellas como el inicio de algo nuevo y cuando por fin se concrete el sueño del estadio, sobre una de sus nuevas paredes, quedará por siempre aferrado el sentimiento de la familia de Handball y de todos los que lo cruzamos para ingresar al Etchart, en la bandera que reza: “GRACIAS POR TANTO, PLAYÓN!”
Informe: Francisco M. Silva