Crónica de una violencia anunciada
Anoche en el Estadio Víctor Barba del 4° piso de la Sede del Club Vélez Sarsfield, quedó demostrado que la locura y la violencia no es algo que sólo caracterice una de las épocas más oscuras del fútbol. Estas cosas están arraigadas en la sociedad, fomentadas por la desidia dirigencial, la falta de prevención y la nula consideración por la integridad física de las personas en el ámbito deportivo. A todas estas consideraciones no le pudo escapar el básquet ayer. Se preveía un clima tenso a raíz de la ya clásica rivalidad entre Ferro y los locales, pero costaba suponer hechos de tal magnitud como los que se sucedieron poco antes de finalizar el segundo cuarto.
Antes de que los violentos de siempre se robaran el protagonismo, hubo parte de un encuentro por la 9° fecha del Torneo Federal en el cual Vélez arrancó mucho mejor gracias a la alta efectividad en tiros de larga distancia y un juego dinámico al cual los dirigidos por Marcelo Majtrovic les costaba descifrar. Dicha superioridad se vio reflejada en el 25-12 con el que finalizó el primer cuarto. En la etapa siguiente, los locales siguieron de la misma forma apoyados en la gran labor de Andrés Rodríguez tanto en defensa como en la ofensiva, pero el verdolaga empezó a apretar un poco más las marcas y aumentó la agresividad en ataque de la mano de Seba Álvarez, elevó la eficacia en los tiros y poco a poco comenzó a acercarse en el marcador.
Pero nuevamente, lo más nefasto y repudiable que puede tener el ser humano se hizo presente. Ferro se había acercado a sólo 5 puntos (40-35) y el reloj se detuvo en 1.24 para finalizar el segundo cuarto. Fue ese el momento exacto en que la barra de Vélez, que había ingresado promediando la primera etapa, abandonó su tribuna para dirigirse directamente a la zona donde se encontraba la parcialidad verdolaga y los atacó impunemente ante la pasividad dirigencial y de los pocos policías que se encontraban en el lugar. Unas cuestiones imperdonables no sólo por los antecedentes registrados entre ambos equipos, sino por todo aquél que fue a disfrutar de un evento deportivo y nadie se preocupó por su seguridad. Había chicos, familias, mujeres, todos tratando de resguardarse del salvajismo de la barra que repartía golpes de puño y con objetos sin distinción alguna, abordando la tribuna desde los costados y por el centro partiéndola en dos y arrinconando a los allí presentes. Los propios jugadores de Ferro tampoco estuvieron exentos de las agresiones, ya que varios violentos saltaron a la cancha con la firme intención de enfrentarlos. A todo esto, la fuerza policial seguía brillando por su ausencia.
A 20 minutos de iniciados los enfrentamientos, un par de agentes de seguridad llegaron a la zona y pudieron calmar un poco los ánimos, pero el daño ya estaba hecho. Llantos desconsolados, heridos y mucha impotencia inundaron el reducto, pero la violencia prometía seguir afuera. Hubo que esperar casi una hora para poder salir del recinto ya que la barra de Vélez esperaba en las inmediaciones para continuar con la batalla. Por suerte, las familias y simpatizantes pudieron retirarse escoltados a sus casas con tranquilidad pero con la tremenda angustia del momento vivido.
A raíz de los hechos ocurridos en Liniers, el Torneo Federal decidió que no haya más público visitante en los partidos de la Conferencia Capital Bonaerense y se ejecutarán sanciones.
¿Cómo entraron? ¿Quién los dejó irrumpir en la tribuna visitante con total impunidad? ¿Cómo es posible que con los antecedentes que traía consigo este partido sólo haya unos pocos policías en el lugar? ¿Cómo es que nadie tomó ninguna medida de prevención? ¿Cómo es que dejaron totalmente desprotegidas a merced de los salvajes a las familias que concurrieron a alentar a su equipo? Muchísimas preguntas sin respuesta, apañadas por el silencio cómplice de la impunidad. Una sóla respuesta asoma a la cuestión de catalogar lo que pasó, esto fue una vergüenza.