"Ojalá el festejo se haga una marca registrada"
“Mi máximo ídolo, igual, no es Renso Pérez”, advierte Pipe. “Mi ídolo es Satanás Páez”, jura desde la candidez de sus cuatro abriles, desde el subsuelo de su metro y monedas, desde su todavía poco lustroso paladar futbolero mientras Pablo, su papá, administra con precisión el carbón bajo la parrilla. Renso, con ese, Renso Pérez, el segundo bolivarense más popular de estos tiempos, sin embargo, no se inquieta, se ríe y se cuelga con orgullo la medalla plateada en el podio pasional de Pipe: “Para mí esto es un sueño. Entrenar con Tuzzio, con Carranza, con Páez; con Pereyra, que jugó en la Selección… todavía no caigo”, confiesa el comensal invitado deluxe de Ferro Oficial.
“Páez el otro día contaba todos los clubes donde jugó, ¡hasta en Israel estuvo!. Yo lo miraba mientras hablaba y decía, guau, yo me fui a Catamarca nomás, ja”, cuenta risueño atacando un choripan recién salido de la parrilla, y nos da el pie para repasar su cv. “Empecé en Barracas Bolivar. Desde 2003 Sportivo Barracas estaba gerenciado por Quique Sacco y hacían de local allá en Bolívar. En 2007 me fui de Club Empleados a jugar ahí, hasta 2010”.
El descenso de la C a la D de un ya en crisis conjunto arrabalero lo llevó a abandonar por primera vez la casa de sus viejos. Armó las valijas, convenció a su novia y viajó a Catamarca para jugar en Atlético Policial, el club más importante de aquella provincia. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaba y la experiencia resultó estresante. “Estuve un año a préstamo. Supuestamente íbamos a jugar en la cancha que hoy usan en la Copa Argentina, pero terminamos jugando en otra que era desastrosa, ni pasto, ni nada. Nos fue mal, no nos pagaban. Hubo hasta días que no comíamos…”, recuerda y a su lado Constanza, su partenaire desde hace ya ocho años, asiente. Claro, sabe de las penas que cuenta él, estuvo a su lado y terminó siendo el cable a tierra de una realidad espinosa: “Ojo, que no soy botinera, eh. Salgo con él desde antes que juegue al fútbol profesionalmente”, advierte y sonríe y se distancia del Wanda’s prototype.
Tras ese mal paso por el noroeste argentino, recaló en Campana por intermedio de Walter Otta. Villa Dálmine, que por entonces deambulaba en la Primera C, lo contrató para jugar como volante por izquierda y armó un jugoso equipo que doce meses después se consagraría campeón. Durante gran parte de la última temporada de la B Metro, incluso, ese Dálmine fue la sensación del campeonato, aunque finalmente se tuvo que conformar con conservar la categoría.
Tras rendimientos superlativos, casi una decena de goles, con el amor de la gente del Viola a cuestas y un optimismo porfiado, Renso esperaba y sabía que llegaría la oportunidad de pegar el salto a la B Nacional. Ferro le había echado el ojo a mediados de la temporada anterior, y volvió a la carga en julio para sumarlo al Green Team: “Cuando surgió lo de Ferro yo estaba de pretemporada con Dálmine en Mar del Plata. El técnico, cuando nos despertamos para entrenar doble turno, me preguntó si había leído el diario: ‘Renso Pérez 90% jugador de Ferro’ decía. Llamé a mi representante y me confirmó que estaba muy avanzado”, relata el 8. El pase se resolvió de buenas a primeras y de un día para el otro estaba llegando a Pontevedra para concentrar con el plantel que ya había empezado la pretemporada. “Cuando llegué, la primera noche entro a la pieza en la casona de Pontevedra y estaban Pereyra, Lemos y Páez… yo no podía ni hablar. Estaba todo calladito, esperando ver que hacían para hacer lo que hicieran ellos”, recuerda con la humildad a flor de piel que lo describe.
Pipe ya duerme en los brazos de su mamá. Sueña, quizás, con ser Satanás Páez. O con tener su look, al menos. Más acá van pasando los chinchulines algo chiclosos que ofrece la inexperiencia de Pablo en el rubro achuras, mientras la realidad y carencias del club se deslizan como tema de debate: “En Ferro no nos falta nada. A mí, sobre todo, que vengo de menos a más, ¿qué me va a faltar? En Dálmine hay un solo utilero, hasta el año pasado nos llevábamos la ropa a lavar… acá tenés dos utileros, te dan la ropa, te dan esto, lo otro…”, enumera Pérez, conforme.
¿Hay mucha diferencia en el juego con la B Metro? “En la B Nacional hay más espacios. El 5 se puede dar vuelta, levantar la cabeza… y las canchas mejoran con respecto a la B Metro, son más grandes”, explica, y se queda algo tildado mientras termina de amasar un dato estadístico que finalmente escupe: “Ahora que recuerdo, el año que ascendimos con Dálmine también hice mi primer gol en la tercera fecha”, dice, y nosotros, cabuleros full time, mostramos los dientes. No es extraño para Renso Pérez que el gol haya aflorado tan temprano: “A mí me gusta llegar siempre. Hay veces que apuro la jugada, que llego adentro del área y la pelota vuelve para atrás, entonces voy de vuelta, salgo, voy de vuelta… pero me gusta estar ahí”. Los 9 goles convertidos en el último año no deberían darle lugar a la sorpresa del hincha de Ferro. Sí, quizás, podría extrañar el festejo, por eso lo consultamos: “El festejo viserita tiene su historia. En Dálmine, hace un año, me llama Diego Grecco, un volante central que había llegado de JJ Urquiza, y me dice que me tenía que pedir algo. Quería que cuando yo hiciera un gol, lo festejara así. Me prometió que después me contaba porqué, yo me reía. Empezó el torneo, fuimos a cancha de Platense y metí dos goles. Se lo festejé a él, se puso muy contento. En la semana le pregunté por la historia y me contó que él tenía un amigo que siempre cuando lo veía le hacía así (hace techito con la mano). Hace dos años tuvo un accidente, y falleció. Cuando me dijo eso se me vino todo abajo. Me confesó que cuando hice el gol y lo festejé así se le frunció todo, me agradeció un montón. De ahí en más lo festejo siempre así , y el domingo lo hice y al otro día le mandé una foto, no lo podía creer.” Al siguiente entrenamiento en Caballito, en el club se le acercó un grupo de chicos: “Me pidieron una foto, y posé normal… me dijeron que no, ¡querían salir haciendo el festejito! Ojalá se vuelva una marca registrada, ja”.
Ya con la modorra del corazón contento, Renso reparte elogios para el talento de Acuña (“no había tenido la oportunidad de verlo antes, me asombró”), para la humildad de Carranza, de Tuzzio (“nos preguntan cómo estamos, si nos falta algo, están muy pendientes”), y para la gente de Oeste: “Desde que llegué me mandan mensajes de apoyo, estoy muy agradecido a todos. ¿Si me veo festejando con ellos? Vamos a hacer todo lo posible para dejar a Ferro lo más arriba que podamos. El objetivo tiene que ser partido a partido, pero que se queden tranquilos que vamos a dejar todo. Ojalá a fin de año estemos festejando juntos…”, cierra, al mismo tiempo que empieza a abrirse un lugarcito en la historia del barrio. Renso por vos…
Así lo vio el asador
Soy el papá del Pipe de la nota, el de los chinchulines chiclosos. Y cuento que el día venía lindo como pisadita de Carranza, y de golpe, el cielo se puso más fulero que la camiseta de Platense. A apechugar el asadito bajo la lluvia. Era aguantar el resultado nomás, como se pudiera y sale Manu con pretensiones de entendido en achuras…
Sobre los gustos futbolísticos de mi hijo, juro que le he hablado del Beto Márcico, del fino Cañete, de Víctor López, ahora está Acuña que le regala chupetines verdes cuando lo ve, pero parece ser que el llamativo platinado de Satanás pudo más. Antes idolatraba a Buffarini, tiene su lógica, capilarmente hablando.
Hecho el descargo, vamos a Renso. Lo venía viendo desde hace rato. Me hablaron muy bien de él. Escucharon cuando lo recomendé. Y ahora está ahí, corriendo con la 8 verde. Y acá, comiendo un asado en casa. Gustazos que uno pudo darse.
Renso habla como juega, simple. Hinchas jugando a periodistas, con el privilegio de tenerlo ahí, chori de por medio, le tiramos preguntas a montones y él va a todas, como en la cancha. Le pone onda, deja todo. Y nos vamos pipones de charla futbolera.
Renso es un pibe humilde, no se la cree. Pero cree en él. Esa parece ser la fórmula de su éxito. Dice que su sueño siempre fue jugar en primera. Y nosotros enseguida “ojalá sea con Ferro”. Y Renso sonríe y nos ilusiona con un “ojalá”.
Pablo Vujassin
pablovujassin@gmail.com