Eterno Timoteo
Carlos Timoteo Griguol nació el 4 de septiembre de 1934 en la localidad cordobesa de Las Palmas. Según él mismo relató tiempo después, de chico solía acompañar a su padre en el campo y únicamente dejaba el deber a cuestas cuando la pelota llamaba. El club de su lugar de origen lo cobijó durante toda su infancia y gran parte de su adolescencia. Allí cosechó amigos, experiencias y las primeras oportunidades de codearse con su máxima pasión, el fútbol.
En 1956, el presidente de Atlanta León Kolbowsky estaba en la búsqueda de jugadores para ampliar el plantel con vistas a un nuevo campeonato. El mandamás del Bohemio decidió emprender viaje a Córdoba con el objetivo de rastrear talentos y el nombre de Timoteo fue vox pópuli entre los habitantes del pequeño pueblo. De Córdoba a Buenos Aires. De Córdoba a la historia.
Mediocampista central de pura raza, actuó como profesional durante 13 años y formó parte del plantel de la Selección Argentina que se consagró en el campeonato Sudamericano de 1959. Seis años después de su desembarco en Villa Crespo, se trasladaría hacia Santa Fe para sumarse a Rosario Central. En el final de su carrera como futbolista, en la que acumuló 392 partidos y convirtió 32 goles, empezó a engendrar una leyenda al hacerse cargo de las divisiones inferiores del Canalla.
Tu legado es y será nuestra bandera. Tus valores son y serán nuestros horizontes. Tus campeonatos fueron, son y serán nuestra gloria eterna.
— Ferro Carril Oeste (@FerroOficial) May 6, 2021
Tu nombre es y será leyenda.
Serás #EternoTimoteo.
Ayer, hoy y siempre ?
1934-♾️ pic.twitter.com/eHoiAN4xcu
A sus 37 años tomó las riendas del primer equipo y descolló: con la Academia rosarina fue campeón del Nacional 1973, subcampeón del Metropolitano y Nacional 1974; y alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores en 1975. Aldo Pedro Poy, máximo estandarte de Central, se deshizo en elogios para Timoteo en una entrevista con La Nación. “Estudiaba mucho y de táctica sabía todo en una época en la que no se miraba mucho al rival. Conocía a todos los jugadores del club, era increíble. Trabajaba a la mañana con nosotros, se quedaba a comer en el predio, y a la tarde laburaba con las divisiones inferiores”, relató.
Luego de breves pasos por Tecos de Guadalajara y Kimberley de Mar del Plata, llegó a Caballito en 1979 para transformarse en la máxima figura de la historia del banco de suplentes Verdolaga.
Ferro, con una buena base de futbolistas juveniles surgidos del club, una idea de juego clara y una estructura institucional que incluía a todas las facetas deportivas y sociales, consiguió los dos títulos que porta con orgullo en su escudo: los campeonatos Nacionales de 1982 y 1984, el primero de ellos de manera invicta. A su vez, obtuvo dos segundos puestos al hilo en 1981. Víctor Marchesini, voz de mando en la defensa Verdolaga durante aquellas conquistas, siempre remarcó su admiración por Griguol: “Fue docente y decente. Hoy es muy difícil encontrar una persona así. Nos enseñó a laburar y siguió siempre con la misma idea”.
Hasta siempre, Maestro ???
— Ferro Carril Oeste (@FerroOficial) May 6, 2021
El humilde homenaje de #Ferro para el mejor entrenador de su historia. No habrá nadie igual.#EternoTimoteo ? pic.twitter.com/LdK91rwXw2
Luego de su estadía en River, en la que conquistó la Copa Interamericana 1987, retornó a Oeste. En su segundo paso, logró cuatro sextos puestos en cinco campeonatos locales, entre 1988 y 1990. También fue artífice de la última mejor campaña de Ferro en Primera División, con el 4° lugar en el Apertura 1992, cuando peleó el título hasta el final. Alberto Márcico, ídolo del Verdolaga, recordó los valores que le inculcó Griguol en una charla con AM 670 el año pasado. “Fue mi padre futbolístico. Quería que sus equipos jugaran buen fútbol. Es más, quería que, si le hacías una infracción al rival, lo levantaras de la mano y le pidieras disculpas”, contó. Se despedió de la conducción técnica del Verdolaga en 1993.
Su llegada a Gimnasia y Esgrima de La Plata fue una revolución. El Lobo disfrutó de una de sus épocas más gloriosas con Timoteo detrás de la línea de cal. Fue tres veces subcampeón local, en los Clausuras 1995 y 1996, y en el Apertura 1998. Mariano Messera, referente de la institución y hoy entrenador del Tripero, describió al Viejo en una reciente entrevista con Tiempo Argentino: “Fue un adelantado. Era titular, tenía casi 40 partidos en Primera, y una vez me agarró y me dijo ‘Si no terminás el secundario y me traés el analítico, no hacés la pretemporada’. Se preocupaba porque todos los chicos estudiaran, y que con los pesos que pudieras ganar no compraras un auto, sino un techo”.
Sus últimas experiencias como entrenador fueron en el Real Betis de España, en 1999; dos retornos a Gimnasia, en el 2000 y en el 2003; y un pequeño paso por Unión, en 2002.
Su conexión con Ferro se extendió por encima de la insuperable gesta como DT. El 10 de octubre del 2016, se descubrió la merecida estatua de Timoteo en la sede social, que quedará como un símbolo de agradecimiento al hombre que transformó a la institución en una de las más importantes del fútbol argentino y sentó las bases para la construcción de un legado que hoy persiste. En febrero pasado, a sus 85 años, pintó nuevamente su corazón de verde, cuando eligió inocularse contra el Covid-19 en una de las postas de vacunación que dispuso el club en el Estadio Multideportivo.
Su partida física no borrará la huella que dejó en cada fanático Verdolaga. Timoteo es de todos. Y será eterno.